Dice mi pequeño sabio de 11 años que no innovamos sobre nada que no conociéramos previamente porque nuestra imaginación no es tan poderosa como para crear desde la más absoluta nada, y que por eso no podemos, por ejemplo, imaginar un universo infinito que nunca acaba. Y con estas cosas que me cuenta camino al colegio, yo me puedo quedar pensando varios días, mientras él sigue su vida de balones, ríos de Europa y fracciones con denominador común.

¿Es así? ¿El proceso creativo emplea como materia prima un concepto anterior ya conocido? En la mayoría de las ocasiones así es, pero como dice Juli Capella, también existen objetos nacidos del ingenio innovador de visionarios, como la bombilla. Rápidamente nuestra memoria colectiva asocia el objeto a Edison. Pero la de Edison en realidad perfeccionó la de Swan, y la patentó, fundamental para pasar a la historia. Y la de Swan fue inspirada por un invento anterior: la lámpara de arco eléctrico, de Davy, quien quizá sea el verdadero visionario.

Si retomamos los orígenes de nuestros objetos nos topamos con un proceso creativo continuo que deja de pertenecer a personas concretas para formar parte de la misma evolución de la sociedad. Esa evolución puede medirse a través de la transformación de sus objetos, que es fruto de la intervención de cada uno de los diseñadores que los pensaron. El diseño es pieza fundamental en el avance de nuestro hábitat. Y es sin duda factor determinante en nuestra evolución como sociedad. Los objetos reflejan el modo de vida de cada etapa de la historia, la arqueología bien lo sabe.

Justo llevaba yo unos días pensando en todo esto, viendo ruedas y bombillas en cada rincón, cuando me topé con la magnífica exposición comisariada por Capella en Valencia. Se llama ¿Por qué soy así? Forma parte de la programación de WDCV 2022 y plasma fundamentalmente la cotidianeidad del diseño a través de nuestros objetos domésticos. Cada uno de nuestros objetos es fruto de un proceso de diseño, en el que esa maravilla que es la creatividad humana puede ser capaz de dar forma a un abrelatas y transformar después su función en un abrefácil, que a veces no son tan fáciles, eso también es verdad, pero solo por las veces en que sí lo son, merecen la pena.

«Nos han creado los diseñadores y luego nos han fabricado, no brotamos del suelo ni caemos de un árbol», dice el texto que te introduce en las salas de exposición. Buena reflexión para comenzar.

Chancletas, cafeteras, teteras, exprimidores, patines, clips, auriculares, bolígrafos… El proceso creativo nos acerca a la cotidianeidad de forma asombrosa, tanto que llega a sumergirte en recuerdos de la infancia. A través de sus objetos y de los dibujos de Juli Capella, vemos cómo el diseño cumple diferentes funciones sobre un objeto anterior: reducir su coste, acortar el tiempo de uso, mejorar su función, satisfacer varias necesidades en un solo producto, simplificar funciones, reducir dimensiones, mejorar la estética, añadir prestaciones e incluso simplemente, llamar la atención.

«Cada uno de nosotros tiene una especialidad: abaratar, simplificar, innovar, reducir, sorprender, estilizar, complementar… en definitiva mejorar nuestra vida como humanos».

Y todos los tenemos tan cerca… El diseño es parte de nuestra vida, de nuestra historia. Nuevamente, no es casualidad. Y merece la pena que no lo sea.