«En la soledad de la jungla un hermoso gesto de abanico puede hacerte pensar en un paraíso». Y en la soledad de mi jungla particular, urbana y postmilenial, me encontré no con uno, sino con veinte abanicos, creados por veinte grandes del diseño en sus diferentes facetas. Y sí, André Breton, que es el autor de la cita, tenía razón: aquello era un paraíso de los que fascinan y te deja semibocabierto.
Cuando se junta tanto arte en un solo objeto el resultado es espectacular. Vicent Martínez, comisario de la exposición, rinde un homenaje a sus propios orígenes, aquellos en los que fue aprendiz de pintor de abanicos. Un retorno a aquel objeto que dejó de pintar para diseñar mil objetos más. Pero no solo retorna, sublima, proyectando el impulso a un objeto tradicional en absurdo desuso en un país de calor.
Y como somos de calor, pero también de creación, que ya decimos aquello de #noescasualidad, Diseñar el aire, que así se llama la exposición, tiene piezas que trasladaría de un plumazo a la pasarela, o guardaría en mi bolso para extraerlas con gracia en el momento adecuado, pasmando a mis amigas. Y a mis amigos. O eso imagino en ese paraíso mío que comparto desde hoy mismo con Breton.
Diseñar el aire me fascina. Me fascina como lo hacen las grandes creaciones, esos objetos que emocionan de los que no puedes escapar.
Es que son veinte, ni más ni menos. Veinte momentos de emoción. Veinte grandes propuestas multidisciplinares reunidas en un solo espacio, bajo burbujas de cristal, rediseñando el abanico, con nuevas formas, materiales o técnicas: del nácar a la madera, de las telas al papel, de la pintura a la impresión, del filo al láser.
Ángel Blay, Antonio Serrano, Arnau y Reyna, Carlos Tiscar, Eli Gutiérrez, Inma Bermúdez, Luisa Bochietto, María Arroyo, Nani Marquina, Nieves Contreras, Pepe Gimeno, Ramón Úbeda y Pepa Reverter, Ricard Ferrer, Sohei & Sumiko Arao, Terence Wodgate, Vicent Martínez y Yokari Taki. Enhorabuena.
¡Muévanse en el aire los abanicos!
Diseñar el aire. Hasta el 26 de junio en el Museo Nacional de Cerámica González Martí. Valencia